Ragnarök

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Ragnarök

Hasta aquí os he contado historias del pasado y cosas que sucedieron hace mucho tiempo. Ahora os revelaré lo que sucederá en días venideros. Os contaré cómo acabará todo y cómo volverá a comenzar.

Son días oscuros los que voy a revelaros, tiempos sombríos y cosas ocultas, que atañen a los confines de la tierra y a la muerte de los dioses. Prestad atención y aprenderéis. Habrá señales que indicarán la inminencia del fin de los tiempos.

Será mucho después de la época de los dioses, en el tiempo de los hombres. Todos los dioses estarán dormidos, excepto Heimdall, el que siempre lo ve todo. Heimdall será testigo del principio del fin, pero no podrá hacer nada para impedirlo.

Comenzará en invierno. No será un invierno corriente, porque empezará y no acabará, y tras ese invierno vendrá otro. No habrá primavera, ni llegará el calor. La gente padecerá hambre y frío, y se llenará de odio. Habrá grandes batallas en todo el mundo.

Los hermanos pelearán contra sus hermanos y los padres matarán a sus hijos. Madres e hijas se enfrentarán entre sí. Las hermanas caerán luchando contra sus hermanas y verán matarse a sus hijos. Será una época de vientos crueles, de hombres convertidos en lobos que se acosarán unos a otros y no serán mejores que las fieras salvajes.

Las tinieblas caerán sobre el mundo y los lugares donde viven los humanos caerán convertidos en ruinas. Arderán brevemente y se desmoronarán, sin dejar más que cenizas y desolación.

Después, cuando los pocos que queden vivan como animales, el sol desaparecerá del cielo como si lo hubiera devorado un lobo. La luna también se desvanecerá y nadie volverá a ver las estrellas. La oscuridad llenará el aire como una nube de ceniza, como una densa neblina. Será la época del invierno terrible que no acabará nunca, el Fimbulvetr.

La nieve caerá desde todas las direcciones, soplarán vientos feroces y hará mucho más frío de lo que nadie pueda imaginar, un frío gélido que nos helará los pulmones y nos hará daño al respirar, un frío que nos congelará las lágrimas en los ojos. Y no vendrá la primavera para traernos consuelo, ni llegará el verano, ni tampoco el otoño. Al invierno le seguirá otro invierno y a este, otro invierno más. Después habrá un tiempo de grandes terremotos. Las montañas temblarán y se desmoronarán. Caerán los árboles, y los lugares habitados que aún subsistan quedarán arrasados.

Los terremotos serán tan violentos que destruirán todos los cerrojos, las cadenas y los grilletes. Absolutamente todos. El gran lobo Fenrir quedará libre de sus cadenas. Cuando abra la boca, su maxilar superior llegará al cielo y el inferior tocará la tierra. No habrá nada que no pueda devorar, ni nada que no sea capaz de destruir.

Le brotarán llamas de los ojos y de las fauces. Por donde pase, dejará una estela de incendios y destrucción. También habrá inundaciones. Crecerán los mares y avanzarán sobre la tierra. Jormungundr, la enorme y temible serpiente de Midgard, se retorcerá en su ira, cada vez más cerca de la tierra. El veneno de sus colmillos se derramará sobre el agua y emponzoñará la vida marina, salpicará el aire impulsado por las olas y matará a todas las aves que lo respiren.

No quedará vida en los océanos y en su interior se seguirá retorciendo la gran serpiente de Midgard. La marea arrastrará a las playas cadáveres putrefactos de peces y ballenas, de focas y monstruos marinos. Todos aquellos que vean con sus ojos al lobo Fenrir y a la serpiente de Midgard, los dos hermanos hijos de Loki, conocerán la muerte.

Será el principio del fin. El cielo neblinoso se desgarrará con un estruendo de gritos de niños, y los hijos de Muspell bajarán del firmamento, encabezados por Surtr, el gigante del fuego, que descenderá enarbolando su espada, tan resplandeciente que ningún mortal podrá mirarla.

Cruzarán el puente del arco iris, el Bifrost, y cuando hayan pasado, el puente se desmoronará y sus luminosos colores se convertirán en sombras de carbón y cenizas. Nunca más volverá a lucir un arco iris sobre la tierra. Los acantilados se desplomarán en el mar.

Loki, que para entonces habrá roto sus cadenas en las profundidades de la tierra, será el timonel de un barco llamado Naglfar, el mayor que haya existido nunca, fabricado con las uñas de los muertos.

Naglfar navegará sobre los mares crecidos: la tripulación mirará a su alrededor y no verá más que muertos flotando y pudriéndose en la superficie del océano. Loki timoneará el barco, pero el capitán será Hrym, el cabecilla de los gigantes del hielo.

Todos los gigantes del hielo supervivientes obedecerán al colosal Hrym, enemigo de la humanidad, y serán las huestes de Hrym en la batalla final.

Las tropas de Loki serán las legiones de Hel, integradas por los muertos que no encuentran descanso porque han tenido una muerte vergonzosa. Esos muertos volverán a la tierra para luchar una vez más como cadáveres ambulantes, decididos a destruir todo aquello que aún viva y ame sobre la faz de la tierra. Todos ellos —los gigantes, los muertos y los llameantes hijos de Muspell— se dirigirán al campo de batalla, la llanura Vigrid, una extensión enorme, de unas trescientas millas de lado.

También el lobo Fenrir orientará hacia allá sus pasos, y la serpiente de Midgard surcará los mares crecidos en dirección a Vigrid. Cuando esté muy cerca, impulsará hasta la arena su cuerpo sinuoso y se esforzará por salir a tierra. Solo su cabeza y la primera milla de su cuerpo saldrán a la superficie, pero la mayor parte permanecerá bajo el mar.

Los combatientes se dispondrán en formación para la batalla: Surtr y los hijos de Muspell; los guerreros de Hel y Loki, procedentes de las profundidades de la tierra; y los gigantes del hielo, las tropas de Hrym, que congelarán el fango al pisarlo. Fenrir estará con ellos y también la serpiente de Midgard.

Los peores enemigos que la mente pueda concebir estarán allí cuando llegue el final. Heimdall será testigo de todo eso. Él siempre lo ve todo, porque es el guardián de los dioses. Pero solo esa vez actuará. Hará sonar el Gjallerhorn, el cuerno que perteneció a Mimir. Lo hará sonar soplando con todas sus fuerzas.

Todo Asgard se sacudirá con el estruendo y, entonces, los dioses dormidos se despertarán, irán en busca de sus armas y se reunirán a la sombra de Yggdrasil, junto al pozo Urd, para recibir la bendición y los consejos de las nornas. Odín montará el caballo Sleipnir y se dirigirá al pozo de Mimir, para pedir consejo a la cabeza de Mimir, para él mismo y para el resto de los dioses. La cabeza de Mimir le susurrará lo que sabe del futuro, del mismo modo que ahora os lo cuento yo a vosotros.

Las palabras de Mimir alimentarán la esperanza del padre de todos, aunque las perspectivas parezcan sombrías. El gran fresno Yggdrasil, el árbol del mundo, temblará como una hoja movida por el viento, y todos los aesir —y con ellos los einherjar, los guerreros muertos noblemente en combate— se vestirán para la guerra y se dirigirán juntos a Vigrid, el campo de batalla definitivo. Odín cabalgará al frente de sus hombres, con su armadura resplandeciente y su yelmo de oro. A su lado irá Thor, con Mjollnir en la mano.

Cuando lleguen al campo de batalla, dará comienzo la lucha final. Odín irá a enfrentarse con el lobo Fenrir, que para entonces habrá crecido hasta alcanzar un tamaño inimaginable. El padre de todos empuñará con fuerza la lanza Gungnir. Cuando Thor vea que Odín se dirige hacia el gran lobo, sonreirá, espoleará a sus machos cabríos para que se den aún más prisa e irá a luchar contra la gran serpiente de Midgard, enarbolando el martillo con su guantelete de hierro.

Frey se dirigirá hacia Surtr, llameante y monstruoso. La espada flamígera de Surtr es colosal y quema incluso cuando falla el golpe. Frey luchará denodadamente y con enorme habilidad, pero será el primero de los aesir en caer. Su espada y su armadura no serán suficientes para protegerlo del sable ardiente de Surtr.

El dios echará en falta la espada que mucho antes entregó a Skirnir, por amor a Gerd, y morirá lamentando su pérdida. Aquella espada le habría salvado la vida. El fragor de la batalla será tremendo. Los einherjar, los nobles guerreros de Odín, combatirán contra los muertos sin honor, las tropas de Loki. Garm, el perro de los infiernos, no dejará de gruñir.

No es tan grande como Fenrir, pero es el más poderoso y temible de los perros. También se habrá soltado de las cadenas que lo mantenían prisionero en las profundidades y habrá regresado a la superficie, para atacar a los guerreros lanzándose a sus cuellos.

Tyr lo detendrá. Luchará con su única mano contra el perro surgido de las pesadillas. Peleará valerosamente, pero el combate será el fin de ambos. Garm morirá con los dientes hincados en la garganta de Tyr.

Thor matará por fin a la serpiente de Midgard, como deseaba desde hacía mucho tiempo. Le aplastará el cerebro con el martillo y, cuando vea que la cabeza del monstruo marino se precipita sobre el campo de batalla, retrocederá de un salto para esquivarla. Cuando la cabeza enorme se estrelle contra el suelo, estará a más de nueve pies de distancia, pero no será suficiente.

La serpiente moribunda vaciará los sacos de veneno de sus colmillos sobre el dios del trueno, formando una espesa lluvia negra. Thor rugirá de dolor y caerá al suelo sin vida, envenenado por la criatura que acaba de matar. Odín luchará valientemente contra Fenrir, pero para entonces el lobo habrá crecido tanto que será más grande y temible que cualquier otra criatura que haya existido, y más grande aún que el sol y la luna.

Odín le clavará la lanza en la boca, pero bastará con que el animal cierre de golpe las enormes fauces para que el arma desaparezca. Después volverá a abrir y cerrar las mandíbulas, se oirá un crujido y volverá a tragar, y entonces Odín, el padre de todos, el mayor y más sabio de los dioses, desaparecerá también y nadie volverá a verlo nunca más. Uno de los hijos de Odín, Vidar, el dios silencioso y leal, verá morir a su padre.

Entonces avanzará, mientras Fenrir celebra la muerte de Odín, e introducirá un pie en el maxilar inferior del lobo. Vidar tiene los pies diferentes entre sí. En uno usa calzado normal, mientras que en el otro se pone un zapato que ha venido fabricando desde el comienzo de los tiempos, con los restos de cuero que los mortales descartan de los talones y las puntas, cada vez que se confeccionan un par de zapatos. (Si queréis ayudar a los aesir en la batalla final, tenéis que tirar todos los restos de cuero, porque los recortes sobrantes de la fabricación de calzado pasan a formar parte del zapato de Vidar).

Ese zapato sujetará la mandíbula del lobo y la dejará inmovilizada. Después, Vidar levantará un brazo, agarrará con una mano el maxilar superior del lobo y le descoyuntará la boca. De ese modo, Fenrir morirá y Vidar vengará la muerte de su padre. En el campo de batalla llamado Vigrid, los dioses caerán luchando contra los gigantes del hielo, que a su vez caerán en el combate contra los dioses.

Los muertos de Hel encontrarán allí la muerte definitiva y los nobles einherjar yacerán junto a los otros difuntos, sobre el terreno helado, muertos todos ellos por última vez, bajo un cielo neblinoso y sin vida, y nunca más volverán a levantarse, ni volverán a despertarse para luchar. De las legiones de Loki, solo el propio Loki quedará en pie, ensangrentado y con mirada feroz, exhibiendo una sonrisa satisfecha en los labios cubiertos de cicatrices. Heimdall, el vigilante del puente, el guardián de los dioses, tampoco habrá caído.

Estará de pie en medio del campo de batalla, empuñando la espada Hofud, húmeda y ensangrentada. Los dos dioses supervivientes irán mutuamente a su encuentro, a través de Vigrid, pisoteando cadáveres y vadeando ríos de sangre y de llamas. —¡Ah! —exclamará Loki—. ¡El enfangado guardián de los dioses! Has tardado demasiado en despertarlos, Heimdall. ¿No te ha parecido fascinante verlos morir uno a uno? Loki observará el rostro de Heimdall, en busca de signos de debilidad o emoción, pero el guardián del puente permanecerá impasible. —¿No tienes nada que decir, Heimdall, el de las nueve madres? Mientras estuve encadenado bajo tierra, mientras el veneno de la serpiente me caía en la cara y la pobre Sigyn intentaba recoger la ponzoña en su cuenco, mientras estuve en la oscuridad, atado con los intestinos de mi propio hijo, lo único que me salvó de la locura fue pensar en este momento, visualizarlo e imaginar el día en que mis hermosos hijos y yo acabaríamos con la era de los dioses y traeríamos el fin del mundo.

Heimdall no dirá nada tampoco esta vez, pero descargará toda su potencia contra Loki y su espada se estrellará contra su armadura. Entonces, Loki le responderá con fiereza, inteligencia y regocijo. Mientras luchan, recordarán otro combate que los enfrentó cuando el mundo era más sencillo. Recordarán el día en que lucharon en forma animal, convertidos en focas, para conseguir el collar de los Brisings. Loki se lo había robado a Freya por orden de Odín, y Heimdall logró recuperarlo.

Loki nunca olvida una ofensa. Lucharán y se abrirán profundas heridas con sus espadas. Heimdall y Loki combatirán ferozmente y caerán a la vez, ambos mortalmente heridos. —Ya está —susurrará Loki moribundo, en el campo de batalla—. He vencido. Pero Heimdall sonreirá ya desde la muerte, a través de unos dientes amarillos, manchados de sangre. —Yo veo más lejos que tú —le dirá Heimdall a Loki—. Vidar, hijo de Odín, ha matado a tu hijo, el lobo Fenrir, y sigue con vida, lo mismo que su hermano Vali, también hijo de Odín. Thor ha muerto, pero sus hijos Magni y Modi están vivos. Ellos cogieron el martillo Mjollnir de las manos frías de su padre y tienen la fuerza y la nobleza necesarias para blandirlo. —Nada de eso importa —responderá Loki—. El mundo está ardiendo. Ya no quedan mortales. Midgard ha sido destruido. He vencido. —Yo puedo ver más lejos que tú, Loki. Mi mirada llega hasta el árbol del mundo —le dirá Heimdall con su último aliento—. El fuego de Surtr no puede tocar el árbol del mundo, y dos mortales se han escondido en el tronco de Yggdrasil, a salvo de toda destrucción.

La mujer se llama Vida, y el hombre, Impulso de Vida. Sus descendientes poblarán la tierra. No es el final. No hay un final. No es más que el fin de los viejos tiempos, Loki, y el comienzo de un tiempo nuevo. Siempre hay un renacimiento después de la muerte. Has fracasado. Loki querrá decir algo. Intentará dar una respuesta aguda, ingeniosa e hiriente, pero la vida lo habrá abandonado, lo mismo que toda su brillantez y su crueldad, por lo que no podrá decir ni una palabra, ni volverá a hablar nunca más. Yacerá frío e inmóvil junto a Heimdall, sobre el helado campo de batalla.

Entonces, Surtr, el gigante de fuego que ya existía antes del comienzo de todas las cosas, contemplará la vasta llanura de la muerte y levantará al cielo su espada resplandeciente. Resonará el estruendo de mil bosques que estallan en llamas y el aire mismo empezará a arder.

El mundo se consumirá en el fuego de Surtr. Los océanos hervirán. Los últimos incendios lo abrasarán todo y después se apagarán. Negras cenizas caerán del cielo como copos de nieve. En medio de las tinieblas, en el lugar donde yacían los cadáveres de Loki y Heimdall, tendidos uno junto a otro, ya no se verá nada, excepto dos montones de ceniza gris sobre la tierra ennegrecida, y el humo se mezclará con la niebla de la mañana.

No quedará nada de los ejércitos de los vivos y los muertos, ni de los sueños de los dioses, ni del coraje de sus guerreros. Nada, excepto cenizas. Poco después, los mares crecidos devorarán las cenizas en su avance sobre la tierra y todo lo que vivió alguna vez quedará olvidado, bajo un cielo sin sol. Así terminarán los mundos, reducidos a cenizas e inundados, sumidos en las tinieblas y el hielo. Ese será el destino final de los dioses. se será el fin. Pero también lo que vendrá después del fin. De las grises aguas del océano, resurgirá la tierra verde.

El sol habrá sido devorado, pero la hija del sol brillará en el lugar de su madre, y el nuevo sol resplandecerá con más fuerza aún que el anterior, con una luz joven y nueva. La mujer y el hombre, Vida e Impulso de Vida, saldrán del interior del fresno que mantiene unidos a todos los mundos, se alimentarán del rocío que encuentren sobre la tierra verde, harán el amor y de su amor nacerá otra humanidad. Asgard ya no existirá, pero Idavoll seguirá en su sitio, espléndida y constante.

Vidar y Vali, hijos de Odín, llegarán a Idavoll, y poco después se les unirán los hijos de Thor: Modi y Magni. Entre los dos llevarán el martillo Mjollnir, porque tras la muerte de Thor harán falta dos dioses para manejarlo. Balder y Hod regresarán del mundo de los muertos, se sentarán junto a los otros dioses bajo el nuevo sol y hablarán. Recordarán los misterios del pasado y discutirán sobre lo que pudieron haber hecho de otra forma y sobre el carácter irreversible del desenlace.

Hablarán de Fenrir, el lobo que devoró al mundo, y de la serpiente de Midgard; y recordarán a Loki, que vivía entre los dioses, pero no era uno de ellos, y que muchas veces los salvó, pero también quiso destruirlos.

Entonces, Balder exclamará: —¡Eh! ¿Qué es eso? —¿Qué? —preguntará Magni. —Eso que brilla entre las hierbas altas. ¿Lo veis? ¡Y allí hay otro más! ¡Mirad! Los dioses se pondrán de rodillas sobre la hierba, como niños.

Magni, el hijo de Thor, será el primero en hallar uno de los objetos que brillan entre la hierba y, en cuanto lo encuentre, sabrá qué es.

Es una pieza dorada de ajedrez, como las que utilizaban los dioses para jugar cuando aún vivían. Es una talla diminuta de Odín, el padre de todos, sentado en su trono. Es el rey. Después encontrarán otras piezas. Allí estará Thor, con su martillo. Y allí Heimdall, con el cuerno en los labios. Y Frigg, la esposa de Odín, que será la reina del juego.

Balder levantará una de las estatuillas de oro. —Se parece a ti —comentará Modi. —Soy yo —responderá Balder—. Soy yo hace mucho tiempo, antes de morir, cuando aún formaba parte de los aesir. Encontrarán otras piezas entre la hierba, algunas muy bellas y otras menos bellas. Medio enterrados en la tierra negra, aparecerán Loki y sus hijos monstruosos. Habrá un gigante del hielo. Y también estará Surtr, con la cara en llamas.

Pronto descubrirán que tienen todas las piezas necesarias para formar un juego completo de ajedrez. Las colocarán sobre un tablero y allí, sobre la mesa, los dioses de Asgard se enfrentarán con sus eternos enemigos. Los rayos del nuevo sol arrancarán destellos a las doradas piezas de ajedrez en esa tarde perfecta. Balder sonreirá y será como si el sol asomara nuevamente entre las nubes. Entonces tenderá la mano hacia una pieza y hará la primera jugada y el juego comenzará de nuevo. Fin

Fuente: Mitos nórdicos
Neil Gaiman


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